sábado, 8 de marzo de 2008

¿Cuánto vale una vida?

“¿Cuánto vale una vida?”

“¿Cuánto vale mi vida después de todo?”

El joven enciende el motor, y trata de no concentrarse demasiado en el frío. Debe esperar un momento para que la máquina se caliente, si no, no tendrá posibilidades.

Por un instante titubea, las luces del tablero lo ponen nervioso. El diseño no es para nada avanzado: no hay pantallas digitales ni nada por el estilo; sólo palancas, botones y luces intermitentes indicando una que otra señal acerca del estado del motor. Incluso tiene un radio para escuchar música.

A lo lejos puede ver las explosiones, como relámpagos en medio de la oscuridad. Ve como algunas desaparecen de pronto, como estrellas que se apagan en el firmamento infinito. Sabe que no cuenta con demasiado tiempo.

“¿Qué es lo que debería pensar en estos momentos?”, se pregunta él, ahora con un aire de ansiedad.

“Pon tu mente en blanco.”
Empieza a recordar.

“No te dejes de mover.”
Casi puede escuchar la voz ronca de su instructor gritándole en el oído.

“Nunca dejes de atacar.”
El tablero y toda la cabina empiezan a sacudirse.

“Es muy probable que mueras, y si mueres, trata de llevarte a la mayor cantidad de esos bastardos contigo, por lo que no seas moderado en cuanto a repartir ‘tu amor’ se refiere.”
Unas luces aparecen en el espejo retrovisor.

“Guíate más por el oído que por la vista.”
La cabina y el motor se estabilizan.

“Y finalmente la muerte… recuerda que la muerte no es el final de todo.”
Esto se lo había dicho su propio padre.

Entonces la señal amarilla se enciende “ENGAUGE” y el joven empuja la palanca hasta el fondo, por lo que la máquina mitad jet, mitad robot deja escapar una poderosa y violenta explosión en sus turbinas y un haz luminoso queda flotando en medio de la oscuridad de la noche, mientras la sorprendente máquina se eleva por los cielos.

Ahí va un joven terrícola, uno de los últimos de su especie.

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